jueves, 28 de mayo de 2009

El tratado de las raíces



No olvide regar el suelo, todo poro absorbe, como cual alma en pena trae a sí grietas de esencia.
No postergue sus pasos sobre las raíces, ellas sienten su palpitar.
No dibuje siluetas omnipresentes con sus venas, puede enredarse.
No calme su aliento bajo la sombra de un árbol, comparta su diálogo acariciándolo.
No corte sus ramas, puede sangrar.
No tape la lluvia con sus anulares, todos necesitamos hidratar un poco, también si es ocular.
No quiebre cada vez que florezca, es preciso renacer.
No ampute su eje, su guía, el árbol tiene que crecer, también envejecer, pero por sobre todas las cosas, ser árbol.
No coloque un barbijo sobre él, no piensa en enfermarse, y prefiere crear inmunidad, el árbol va a tener que convivir con todo su mundo externo.
No deje secar sus raíces.
No escriba su nombre sobre el árbol, ellos tienen memoria.
No quiera cambiar un árbol por otro árbol, a fin y al cabo, todos morirán siendo árboles.
No se esconda tras un árbol, descubrir y descubrirse puede ser un eterno juego.
No queme al árbol, quizá sea el único que viva pendiente de usted y quien lo proteja.


No se olvide del árbol, porque el árbol es USTED.



martes, 26 de mayo de 2009

5 minutos.

La noche se hacía calle, la ciudad noche, personas se rozaban en cada paso, todos en su burbuja, todos individuales, como ejército de desconocidos.
Entró a un quiosco, quitándose pausadamente uno de sus guantes de lana.

-Virginia Slims, tenés?-
-no, tengo Philip, Marlboro, Le Mans, pero...-balbuceaba rascándose su barba gris, queriendo escapar de ese cuello- No, eso no, lo necesitás por algo en especial? Mirá que todos llevan cosas normales, además...-
- No, gracias, chau-
-Ehhh, Chau?-

Se fué, colocándose sus auriculares primero, luego se puso su guante rojo, mientras caminaba rápido y cada exhalación generaba un vapor grisaceo en el ambiente.
Minutos después entró a otro quiosco.

-Hola, Virginia Slims, tenés?-
-Cómo querida?- Se acercaba al mostrador para poner su oreja frente a la boca de ella.
-Virginia, Virginia Slims, cigarrillos-
-Ah, sí, todos estos inmigrantes con las mismas pretensiones-
-Perdón?- Frunciendo el ceño.
-No m'hijita, hoy ustedes los turistas, me vienen con cada cosa-
-Ah! pero no soy turista, en realidad...-
-Mirá vos, es que no sé, pensé que eras, por, no, es que, por- Mientras buscaba los cigarrillos en la parte de atrás.
Ella miraba la ciudad, el viento frío y seco la atemorizaba.
-Tomá nena-
-Gracias, cuánto es?-
-Eh, 6, qué estás escuchando? Desde acá lo siento-
-Espere que busco en este bolso, uno nunca encuentra nada, yo creo que es el triángulo de las Bermudas- mientras urgueteaba la cartera.- Ah! tome, escucho Ray Charles y llevo también unos beldent menta fuerte-
-Tan chiquita?- Buscando cambio en la caja.
-No catalogue a la música, no tiene edad-
-Sí, yo a tu edad, calculo que debés tener unos veintipico, escuchaba tango, por ahí íbamos a la milonga, claro que eran otras épocas- Buscaba monedas en su pantalón- Nena, no tengo monedas, no querés llevar otra cosa para completar?-
-Ay! todos me hacen el mismo truco!-
- No viste que está jodido para encontrar monedas acá- Mientras seguía buscando- Marta, no tenés monedas?- Exclamaba a lo lejos-
- Bueh... y me gustaba salir por ahí con el tanguito, y era cada salida, nos sentíamos reyes con los pibes de mi época, ay! esos eran tiempos!-
-Sí, me gusta el tango también-
-Decíme nena, sos poeta?-
-Yo? no! Escribo de vez en cuando, pero... no, poeta no, por qué?-
-Tenés carita de...- haciendo gestos con las manos- Las pestañas largas, eso, eso es símbolo de poeta-
-Ah, sí? No sabía! voy a fijarme- Mientras se ponía un guante y recibía el vuelto-
-Sí fijate, así que Ray Charles, bueno nena, cuidate, y si querés algún día pasá de nuevo- Sonriendo mientras su bigote acariciaba sus labios-
-Sí, no suelo pasar por esta zona, hoy es pura casualidad-
Entraba gente al local.
-O el destino-
-Sí talvez el destino- Colocó sus auriculares, guardó su dinero.
-Chau-
-Chau hasta pronto nena.-



domingo, 24 de mayo de 2009



Te pedí que no volvieras. No lo hagas ni en sueños. En mis horas adormeciéndose, no aparezcas.
Te soñé, me agarrabas por atrás penetrando tus dedos, por mi espalda, por mi carne, por cada micrómetro de materia que componen a mis huesos, hendiéndote en mis venas, sulfurándote en mi sangre, respirándome desde adentro. Exorcizarte quise.
Qué hacías en esta ciudad de silencios, monocromática. Qué hacías, me preguntaba una y otra vez.
No debías volver de una forma cruel, ni tocarme la piel, ni tomar mis manos, ni sacudirme, ni desenhebrar alguna antigua canción de amor que guardaba el hierro. No.
Aún así, éramos dos, o éramos uno, pero te pedí que te fueras, el reloj se había quebrado en tus sienes y la hora final había quedado marcada para siempre, o para nunca.
Te ví dibujándome las vértebras, dibujando el fuego que se hizo hielo, dibujando a la mujer cubierta de fuego, bajo un cielo rosa, una cala aplastando a un hombre y luego a otro más, y un minuto después a otro y múltiples uñas quebrando las alas de las mariposas difuntas, que algún enero guardé bajo la lengua. Te quiero escupir mis mariposas. No vuelvas a mis sueños, ni me tomes, no me lleves a tu cielo otra vez. No me despiertes. No me despiertes.
No me despiertes.

sábado, 23 de mayo de 2009


La verdad es una arma de doble filo.

lunes, 18 de mayo de 2009

Elegía.


He estado aquí bajo un siglo de cuchillas
el filo inmóvil se dispersará cuando me haya ido.
Cuando el cielo gris de Octubre se canse
de la menguante realidad del aire,
ardiente y vigoroso,
que calma y toca la tenaz monogamia.
la única audición de los dioses.

He permanecido en los campos
sobre la hierba muerta,
interrumpiendo el desenlace de las raíces en veredas dogmáticas
He quitado el sueño de la renovación.

He sido un templo quieto, que llora el frío
la distopía incierta en
los altares bajos,
he derramado mi sangre,
por un cuento que no acaba.


Aún la tierra estéril proclama
que los difuntos se alejen de su murmullo matinal
herido, como grietas que en los muros
que en silencio caerán.
Herido un murmullo, como
mi voz y mi andar.






domingo, 17 de mayo de 2009


lo grave
no es
tan grave:
lo que
quiero
no es
lo que
real
mente
quiero.

sábado, 16 de mayo de 2009



correr un hombre, gritaba muy fuerte, sus pasos resonaban en el suelo, generaban un eco con melodía, sus piernas de arcilla se desarmaban con su velocidad, su sudor caía como el rocío invernal toca las hojas amarillentas en mi jardín, su corazón latía como cual cama toca la pared en la entrega de amor. una mujer pasear su hijo en un cochecito con ruedas de los sueños, mientras él pronunciaba palabras que sólo existían en su mundo cual reina era su progenitora, que caminaba sonriente, con un semblante dintintivo, pausadamente, vestida de azul y hasta el cielo parecía pequeño. una anciana, caminaba lento, hilando líneas en su rostro, perdiendo sus ojos en el olvido y un pastillero que marcaba el tempo de su andar. un gato, subiéndose en un árbol rojo, observando, como cual fotógrafo espía la escena criminal de los amantes, quieto y distante, de temperamento cruel, vestido de gris humo todo su infinito cuerpo, limpiándose las penas que lloraban los humanos, mirando su propio dominio del sitio, del universo. un auto, luego tres, luego una ciudad, la gente se rozaba, se aglomeraba, se empujaba, se mutilaba, se hería, pero el paso no cesaba nunca. espejos, vidrios, casas, calles, adoquines, perros, semáforos, techos, carteles, papeles, humo, mesas, sillas, esquinas, canteros, , un lapso. Pero lo más aterrorizante es que tuve que abrir mis ojos, la ciudad estaba vacía, y yo aún, veía.

lunes, 11 de mayo de 2009



Hay un otoño frecuente, que me mutila los labios también los brazos, y la voz.
Me encastra las raíces de los océanos del cielo, me quiebra la quietud, me aquieta.
Pero pretendo seguir moviéndome sin sombra ni vestigios.
Rompiendo, resquebrajando los infortunios de un temprano ataúd.

jueves, 7 de mayo de 2009


¿Cuándo?
¿Dónde?
¿Cómo?
¿Por qué?







¿Quién?

lunes, 4 de mayo de 2009


La estaca en el centro, el corazón en la izquierda, la lógica en la derecha.
El día arriba, la tarde en el medio, la noche por debajo, subterránea.
Las calles horizontales, los muros verticales.
La luz adentro, la oscuridad, afuera.
la voz sobre, la inocencia tras, la certeza ante, la resurrección bajo,
el duelo entre, la religión desde.
La lealtad, para, por, según, sin, sobre y tras.

sábado, 2 de mayo de 2009

Calabozo



¿Les conté la historia del calabozo?
Los días Neptuno, en Caleidoscopía, nos indicaban hacer actividades en Puerto Mantarraya,
debíamos ir con grandes canastos de mimbre, ya que como las 2 lunas comenzaban a espolvorear polvo de oro, había que recogerlo en sensaciones, la actividad comenzaba en hora cero, íbamos despacio, vestidos en color ocre, por un sendero angosto, calcinado por el impulso en que caín las piedras desde arriba, caminábamos en línea recta y con pinzas de plata comenzábamos a tomar ciertas pepas de oro, o de cualquier metal que lloraran las lunas.
Había que ser cauto, algunas pepas venían electrizadas, o también repletas de tinta, que nos embebían el cuerpo en las sensaciones que el Dios Neptuno nos fuese a convidar. Quien quedara plasmado de electricidad, en gran o menor proporción, debía ir al calabozo, quedaba aislado, por Horizonte Surco, a pocas horas de Puerto Mantarraya, era muy peligroso, si contagiábamos a los demás habitantes de Caleidoscopía, mutaríamos todos en Mantarrayas, y no habría vuelta de retorno.
Era una especie de purgatorio donde nos guiaban con las palabras del Dios Septus, para lavar la energía del cuerpo, de la mente, de sí. Pero, también había que someterse a cosas que no eran muy gratas, para que el lavaje fuera perfecto.
Yo cuando comencé con la recolección de Cadmio, quedé electrizada, en la zona superior izquierda, tuve que someterme a una semana de estacas, pero escapé, fue mi último día en Caleidoscopía, quisiera volver, no hay lugar más seguro, ni propiedad de sonreír, pero sinceramente nunca me agradó Septus, ni sus estacas de mercurio, ni ser sirena de un sólo mar.