miércoles, 30 de junio de 2010


Lo más hermoso que tiene mi vida es poder contarla. Vivo para contar y exorcizar numerosas veces. Y en cada exorcismo tengo una visión diferente.
La realidad que llevo a cabo no es más que una reinvención de los actos. Y probablemente mis recuerdos, no sean más que un tiempo-espacio que jamás existió y solo fue producto de conexiones nerviosas. Percepciones.
Lo que permanece intacto es cada aroma, cada sonido. Pero las escenas estáticas van tomando forma, dinámicamente, hasta quedar una película que se edita constantemente. Y se cuenta como verosímil pero nunca será la misma cuando el punto final caiga luego de la última palabra.
Probablemente yo ya sea otra en los próximos instantes. Ya que voy a estar exorcizando lo que me esté regalando la vida para poder transformar.

jueves, 24 de junio de 2010


Alba de los extremos de una ventana inventada:
No me oscurezcas los sentidos de cognición,
No mueras de repente, no bailes en la cornisa
No tengas temor al miedo, alba.
He preferido anudarte hasta el fin de la noche,
He dicho que sin amanecer no soy más que una puerta cerrada.
Un picaporte que jamás dará inicio a lo eterno.
No hay tiempo que justifique mi respiración, ni
suspiro que soslaye la identidad de las comisuras de mis ideales.
Presa de un viento inequívoco que fue errando al colisionar con mis sueños,
mis idilios, mis caídas bajo tierra. Embarrándome los ojos.
No hay forma de vivir sin respirar, ni forma de respirar sin aire,
ni aire sin velocidades, ni velocidad sin intensidad,
ni intensidad sin haberte cruzado cuando ya no había tiempo.

jueves, 17 de junio de 2010


Las piedras y el olvido, el hierro desgastándose.
Hemos simulado tanta espina sobre la misma piel
y aún escucho la inútil plegaria (el canto de los difuntos)
sublevar en la tímida catapulta de mis pálpitos.



***


La sentencia en cada piel mide lo que un jardín en mi infancia.
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viernes, 11 de junio de 2010

Estaba soñando. En mi sueño me subía a un taxi en la noche, hacía frío.
Yo conocía el recorrido de una ciudad a la que nunca había concurrido. Entonces abría la ventana y comenzaba respirar el aire seco de la oscuridad. En tanto sonaba una canción que cantaba cada vez más fuerte, mientras acariciaba el terciopelo de los asientos. En el viaje miraba todas las casitas iguales, con tejados rojos y las luces apagadas. La canción continuaba.
De repente algo estrepitosamente me sacudió. Abrí mis ojos de inmediato, dejando el sueño atrás, queriendo recordar la melodía de aquella canción desconocida.
Me levanté y comencé a caminar dejando las sábanas fuera de su habitual sitio, hasta llegar a la ventana. Corrí las cortinas y observé hacia abajo, para mi sorpresa la calle estaba vacía como cualquier noche. Pero en la esquina había un taxi con su cartel de "libre". Y las condiciones de la tentativa negrura del cielo hacían que los escalofríos erizaran mi piel. Cerré las cortinas.
Me escondí bajo el abrigo de mi cama y canté una canción nueva. Me quedé estupefacta, hundiéndome en un profundo sueño, de desorden e introspección. Suelo ser un automóvil que me lleva lejos de mí, con un sonido dintinto y sin ganas de volver.
Mi corazón palpita apresurándome el pecho. Tuve temor. Soñar es tan cierto como cerrar los ojos ante lo desconocido.
Taxi, taxi... ¿Está libre?

domingo, 6 de junio de 2010

Veo una escena cicular, repitiéndose.
Tu textura se aleja, tus ropajes, tu aroma se pierde. Tengo miedo de olvidarte.
Tengo miedo de olvidarme.
Tu piel, el recuerdo más hiriente.
Es tan tarde y comienza mi monólogo interno. Veo el invierno por la ventana, mi palidez se derrumba. El reloj me abruma, siempre lo hizo. Ahora también el sonido hueco de sus agujas, el aire helado. Un suspiro hecho vapor, una imágen.
Tengo miedo de olvidarte, por eso lo escribo.
Ya el rocío va a sembrar una nueva ceguera. Pero...
no te olvido.