martes, 28 de diciembre de 2010

Sala de espera


Debo angustias en los hospitales, los rostros pútreos no dicen certezas, se olvidan del olvido, se sientan en la almohada de la clepsidra, divagan por los corredores, a la hora de la noche, la hora del silencio, de escaleras oxidadas, roídas.

Los hospitales callan, a veces. Los recuerdos no conocen la quietud, nada saben del aprendizaje del respiro, la agonía, la calle cerrada, el cemento en puntas de pie.

Temo ver rostros por última vez, fingir la textura de la piel, inventar un tacto inerte, dormirme al mirar la pared. Y el rostro de la última vez se vuelve eterno, intacto. Cobra movimiento, evoluciona, hace muecas, observa, cierra los ojos y regresa en los túneles de los sueños.

Ese rostro, de hospital, de medianoche, de olor antiséptico se difumina, se embebe del alba y apaga el motor.

Al día siguiente, todos preguntan por un cuerpo, obsequian cuerpos de flores, a un cuerpo de madera, otros hacen un cuerpo de mármol, con un cuerpo de fuego, rodeado de cuerpos que han olvidado un rostro, el único, no el último.

La habitación vacía crea un circo de miembros, un rostro final aparece por años. Hay un día en que vuelve el rostro y habla con la voz más enmudecida que se haya oído, sugiriendo devolver las angustias a los hospitales y el sueño a los que jamás tuvieron un rastro de libertad.

domingo, 19 de diciembre de 2010




Los bosques preceden a las civilizaciones,
los desiertos las siguen.

(de Chateaubriand, François-René)



El desierto huele a miel, pensé, al entrar en esta colmena.
Hoy hace un año que vivo despierta, tengo cada hora dibujada en un ladrillo de mi pared,
y me siento como el habitante nuevo que llega a una ciudad.
Me gusta respirar. Eso, puede saciar cualquier desierto.














domingo, 12 de diciembre de 2010

Des Cubro


Revuelvo las hojas sin árboles, el invierno es una excusa que se inventan los días cuando no hay silencio. Tengo los pactos más hermosos cuando pienso en puntos.
Tengo oraciones que no digo cuando pienso. A veces me escondo bajo el agua, otras juego a ser hiedra.
Hubo noches que dí vueltas en el espiral de un caracol y otras me enmudecí en el sótano de un búho.
Mi madre siempre decía que no hay que meterse en pantanos. Cuando la recuerdo ya estoy nadando bajo la luna llena.
Las tormentas asustan a las ventanas. Cuando amanece siento mis pestañas como terciopelo.
A veces busco el equilibrio, la templanza de los dioses.
Yo no soy de piel, carezco de escamas y tengo frío cuando salgo de casa.
Hoy lo he pensado tanto que me han dolido los pies. Ya casi no camino. Me dan vergüenza los sinsabores.
Y a veces, muy sutilmente te descubro. Te saco esa cobertura y revuelvo las hojas. Sin árboles.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Desvanezco en un sueño de aguas claras:



Caer sobre un espiral,
rebotar,
guiar al tempo.

La secuencia
reiterativa y
el féretro.

Tierra,
madera,
sepulcro.

Imán,
sal,
viento.




Vigilia de tierras hondas.