Las ventanas periféricas se cerraron,
sus persianas flameantes de ira, hipnotizaron
el semicirculo del reducido espacio,
en que la angustia y la desdicha, jugaban un juego de azar
con la carta de la catársis bajo la manga,
y los ecos minimizados a ser arena de un reloj inmóvil.
llega un momento en que no hay punto del mundo,
del espacio en donde valga existir,
gritar, ser, simplemente ser.
Y aquí inventamos la perfecta historia inversa,
la música y su clásica melodía en tono, las paredes blancas,
las flores frescas, el aire aromatizado,
la sonrisa amortiguando los dientes.
Y yo me declaro hacer un punto final,
hasta juntar nueva arena y mi reloj funcione otra vez.