sábado, 19 de diciembre de 2009


Una levedad, pequeñita se iba a caminar

carcomía las esquinas, acentuaba los lirios,

pensaba en una verdad que latía

tocando el esternón.

Una levedad estaba escrita,

tenía el nombre del viento.

Esa levedad era la única que se quedaba,

volvía cada Diciembre,

gritaba con silencios quietos.



Era y es lo que una levedad no puede dejar pasar
por leve.
Diciembre me duele.

viernes, 20 de noviembre de 2009




Mi única certeza se mecía en que nunca fuí la ciencia cierta. Fuí un experimento, una observación diluída. Cuando fueron pasando mis años comencé a experimentar con el barro. Uno a veces entierra y otras, desentierra. Yo hacía los dos actos seguidos. Y también era una acción paulatina. Nunca amé el mes de enero, porque era mi descanzo y renovación. Nunca hablé sin silencios. Hubo un momento en que empecé a detestar la menta, el papel corrugado, los teléfonos, las paredes blancas y la luz que reposa en una mesita de luz. ¿Por qué se llamaba "mesita de luz"? Cumplía más funciones que sostener un velador, que tan sólo era encendido una vez al día, o quizás dos. Coleccioné humanos y me convertí en un paseador de soledades. Tantas veces, que aprendí a acompañarme a cada tienda en invierno para comprarme un abrigo. Pero sabía abrazar y escribirle en los dedos. Una vez me creció una planta y tuve que cuidarla. Pero mi planta se marchitó un día. Tuve que buscar otra, ya no soportaba no ver el verde ante mí. Esta vez me creció un jardín. Me enamoré. Y no hacía más que esconderme tras sus árboles, temía que llegara el verano y no poder ir en busca de mi abrigo como cada invierno. Llegó la primavera. El sol entraba por las ventanas y se iba por las alcantarillas. Tuve que acostumbrarme a la menta, a la luz y a convivir sin mis tapados. Pintar a enero en mis huesos, regar mis verdades y entender por una vez que el velador debe ser apagado, para poder dormir.




martes, 17 de noviembre de 2009

Diez y siete.

Sabía mi flor favorita. Mi mes, también conocía que cambiaba la preferencia de los colores con la estación. Podría agregarle que también tenía en cuenta mis horarios, mis desvaríos, mis pasos en vano, y los realizados, los sueños que dibujaba en el techo para no olvidar soñarlos. Me regalaba en cada conversación las palabras que me gustaba pronunciar, el veneno de los puntos suspensivos, mencionando los aromas y cómo hacerlos aparecer cuando no estaban ahí. Y con eso creía que me sabía.
Él estaba seguro.
En cada desencuentro aparecía nuestro más preciado encuentro. Los silencios se cargaban de oraciones conectadas con miradas sin pupilas. Cuando lo recordaba sonaba una alarma y cada mañana yo caminaba por la misma vereda para toparme con su rostro. Nos faltaba tiempo, pero para mí siempre era la misma hora. Con la misma textura del terciopelo.
Entonces me aprendí el estribillo de sus canciones, el marco exacto de su perfil, la docilidad de sus manos, el preámbulo para hipnotizarlo, la medida de sus suspiros.
Yo estaba segura.
En cada día del almanaque escribía su nombre. Buscaba la aleación extrema. El éxtasis de sus planetas, sus viajes. Y me regaló un cielo, yo le obsequié una estrella.
Estábamos seguros.


La colisión, a veces, es inevitable.

miércoles, 11 de noviembre de 2009



Se deslizan como serpentinas
estos sueños que caen como
noches intermitentes.
La tormenta quiere
ser el temporal
que arrasa como la verdad más cruda.
Y hay un aroma a idilio.
Entonces se pierde la noción de
las ambigüedades.
Se comienza por ser,
se acaba por hacer.




lunes, 9 de noviembre de 2009

Eco


-->
Bajaba el sol, la noche dejaba registro de su aparición apresurada. Las horas iban haciendo su catarsis para quedar inmaculadas frente al espejo del tiempo.
Se oyó un sonido hueco en el salón. Luego comenzó a aproximarse. Cada vez con más prisa. El sonido venía acompañado de otros sonidos. Ordenados, cada uno cumplía su función determinada, pero ninguno invadía al otro.
Esas resonancias iban marcando un camino en el suelo, que luego seguiría por los muros, y otra vez más contiguo, más cerca, más intimidante. Se desvanecían en la aurora inversa de un cubículo cerrado. Ahora más continuos, ahora sí comenzaban a tocarse entre sí. No después, sino ahora.
Los ecos comenzaban a atormentarse, era un montón de ruido que era uno sólo y también era una infinidad. Se agolpaban, se trastornaban, se peleaban, se fornicaban, se carcomían, se provocaban, se disuadían. De repente, llegó el silencio.
Alguien abrió la puerta. Se dio cuenta que estaba sólo. Ingresó y optó por cerrar ese portal y quedar adentro. Ese silencio, como una ráfaga de viento frío empezó por meterse en cada uno de sus poros. Ya nadie había en ningún lugar. Ni lejos, ni cerca.
El cuarto estaba completamente oscuro y cerrado, de pronto alguien golpeó la puerta desde afuera. Y desde el interior de esa habitación ya no se podía abrir, no habían llaves, ni picaportes. Estaba sólo de ese lado. Con el eco externo de una nueva soledad.

domingo, 8 de noviembre de 2009




Me desterraron de un país que había creado con mis uñas.

En el preciso instante en que un helicóptero alzó vuelo.
Dibujé en las puertas de él una ventana, sin cortinas.
Me creyeron loca, por amar sin pretextos.
Supe la teoría que dormitaba en las lenguas.
Yo no quería misterios cubiertos.
Y mientras subía a las alturas, me detuve en el detalle de esa ventana.
Una ventana-ojo. Se abría y cerraba. Y había electricidad.
Saqué mi mano por ese hueco y me metí dentro de una pupila, eterna.
Empecé a crear una ciudad, un pueblo, una comunidad, un país.
Habité las entrañas. Crecieron jazmines en las veredas.
Yo los cortaba y los guardaba en una caja de tendones.
Me los llevé y salí por la pupila.
Con el helicóptero bajamos, horas.
Llegué a mi primer país, tenía un nombre que no recuerdo.
Se dividía. Con el vuelo de una libélula.
Había vidrio en mi caja.
No quiero armas.
Quiero brazos.





sábado, 31 de octubre de 2009


El agua siempre se lleva con sigo las letras, las palabras, las oraciones y los puntos finales. Es tibia y cae como un cementerio de lágrimas.

A veces me someto al baño de inmersión, y puedo quedar largas horas viendo lo cristalino que se posa frente a mí como una cortina de cristales, o quizá me quedo minutos bajo el agua, la espuma y las impurezas. Abro los ojos de vez en cuando y no respiro. Puedo ver. Eso es cruel. Pero veo. Toco fondo y todo se mueve como cual película fue recién diseñada.

Hago burbujas con el movimiento de mis pestañas. Abro y cierro mis ojos. Mi piel comienza a arrugarse. Y en mi mundo sub-acuático, puedo ver, sentir. Creer que soy yo la que está dentro de este cuerpo.

Una última bocanada, salgo de allí. Y todo es tan claro. Quiero limpiarme esta sed. Quiero aprender el orden de mis vértebras. Quiero soñar que estoy despierta. Y que sé todo.
O quizás sé que no hay forma de revertir los actos, eso está claro. Como las ausencias.
Todo se está yendo por las alcantarillas. Pero tengo mi nombre guardado. Y nado en la nada.
Y suspiro ese punto que se borra y desdibuja, como las sombras...

viernes, 30 de octubre de 2009


Cada persona es un mar.
El movimiento de sus aguas, se remite a sus pasiones.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Noctámbula.




Disimula, párvulo errante.
Se caen las hojas de tu árbol seco
de otoños pendientes.
Se entreabre un canto que cuelga como
cortina de seda frágil.
Y el silbido me abraza.
Tengo la crudeza del vuelo,
y peco de ingenuidades.
Soy un rostro vacío
que simula muecas.
Soy un horizonte que
apetece de raíces.
Y si te pidiera una última sílaba,
sería inconexa.
Quiero todo.
Todo lo que no pretendas mostrar.





domingo, 18 de octubre de 2009

Interpretando




No fue tu tiempo lo que me encadiló
ni tu antojo de vientre,
ni tus quimeras ocultas.
Ni esa luz.
No fue tu gesticulación atorada,
ni tu interpretación retorcida.
Tampoco fue el vidrio en tu boca.
Ni la sensatez despiadada,
ni tus manos entrelazándose.
Fue más simple,
el mísmisimo hecho de que me encandilaras
cuando andaba distraída.







(tiempo después: no puedo conciliar con la distracción)






lunes, 12 de octubre de 2009



-->
Juega tu crepúsculo a las escondidas.
Comienza a mecerse entre cavernas de Mercurio. Sutil, inaudito.
Solapa, muerde, agota, la sublime estrechez de tus pálpitos.
Los ojos se me sueltan, en los edificios de los augurios.
Y caen los pasos como un trueno en el medio de un bosque.
Y se respira una niebla. Y se suspira una trampa.
Y en el quinto regreso hay aroma a viento.
Hay un misterio que se te sube a las pestañas.
Tu voz no dice nada, no hay palabras reales.
Tu piel me da miedo. Magnética y tenaz.
La piel es como un lienzo en el que mis dedos imitan al pincel,
te dibujo un símbolo celta
Y creo que hay terciopelo en tus dedos. Imagino el revés de esa textura.
Otra vez vuelve el aroma que se difumina en tu cuello y talla un recorrido que se eleva hasta tu boca
Es un tabú exorbitante, la ventana de mi agonía.
Y en tus brazos se escribe la palabra “peligro” y me gustan los desafíos.
Y comienzo a recorrerte. Mis pupilas se duermen.
Entonces te respiro en cada micrómetro.
Tu rostro se me aproxima, el mundo me da vueltas invertidas
Y una suave melodía penetra mis oídos.
Tu rostro y sus detalles, el camino a seguir de tu cuello a tu boca, las fragancias
Se te escapa una palabra y yo intento agarrarla, pero estás ahí, cada vez más cerca mío
Comienzo a fundir mis pensamientos con mis sentidos, y otra vez más cerca.
Y sueño, sueño que despierto, y que vuelvo a soñar.
Descubro tu crepúsculo. Mientras el mío se esconde en tus ojos.

martes, 6 de octubre de 2009

NO me llames.

Amor, no hace falta ya que me llames,
ni tu presencia, ni tu mirada, ni tu olor,
ni tu deseo.
No hace falta más escucharte,
con sólo haberte escuchado que estás vivo.
¿Estás vivo?
Sí. Lo sé. Pero no hace falta más tu tacto, ni tu imagen a trasluz,
ni tus sombras en el vestíbulo, ni tus suspiros agotados,
ni tus cuentos inconclusos, ni tu ternura de medianoche,
ni tus lágrimas que se deshidratan.
Ni tu música tenue, tan tenue que solamente tu voz a
lo lejos consuela como una llama recién prendida, pero a lo lejos.
Amo esa voz quebrada de hombre frágil,
amo esa mirada que comienza a enceguecer,
Esos oídos y ese enigma que nunca alcancé.
Amo no sé, amo lo que sé.
Pero ya no me llames porque no lo necesito.
No necesito tu voz que se apague, sino tus ojos cuando se encienden
Y puedo decirte, mirándote:
Cuánto te amo.





(Comenzó a modo de disparador siendo escrito por mi madre y por mí, ahora está transformándose en un monólogo)

jueves, 1 de octubre de 2009




Abrir un hueco
incinerarlo.
Jugar al escondite
y desmentirlo.
Cerrar los ojos,
ver claro.
Realizar la búsqueda
sin encuentros.
Partir,
quebrantable suelo.
Llegar,
fortaleza de cielo.
Estar,
estar es astuto.
Quedarse,
la permanencia es
valor.



lunes, 21 de septiembre de 2009

Bocanadas de Terciopelo


Sé que no vas a llegar y no voy a jugar a la espera, de ventanas enfrentadas. Los días quedan apretados en un block de notas que se equipara a las ausencias y abstinencias de tu hablar y mirar perdido. Tu sombra proyectada sobre un espejo que poco refleja, tu reloj quieto y un sinsabor que me deja inmóvil.
Sé que no pensás en llegar y yo ya no pienso en esperarte. Pienso que no te pienso, que estoy relajada, y que las agujas no me van a doler, pero al pensarlo ya está quebrándose algo en mí.
Hay un silencio como un huracán envolviéndome. De repente comienzo a percibir sonidos que se asimilan a pasos, voces que suenan como suspiros, siento una caricia que me desarma la piel, moviéndose lentamente sobre todo mi cuello, los labios en mis oídos. Y he aquí todo tu silencio consumiéndome. Y me doy vuelta y te abrazo y me lleno de tu aroma en una larga respiración, mi cuerpo se moldea sobre el tuyo. Otra vez, te respiro y cierro los ojos y te imagino, quiero que quede todo intacto. Tus dedos hundiéndose en mi espalda, tu mejilla rozando la mía, mis manos perdiéndose en tu pelo, mis latidos, queriendo que tu pecho los perciban, y ese momento se hace infinito. Tu rostro se duerme y mis sueños se despiertan, se hacen terciopelo sobre mis manos. Y cuando abro mis ojos, tengo todos tus segundos y a la vez ya no me queda nada. Porque todavía no llegas a mí y te espero mientras te miro, te busco y te pongo un nombre y te doy una ciudad de origen y un idioma. Hasta que llegues y me muestres cuales son los reales datos que te hacen. Hasta que aprenda a no esperarte, sin ecos. Y pueda verte sin tener que mirarte.

martes, 8 de septiembre de 2009


Crédula gotea impurezas de savia, astilla al viento, habla del cielo. Cuando cree, nada es capaz de incomodar al viento, cuando cree no hay certezas. Entonces por qué habría de buscar bajo tierra un tesoro con las perlas de la lluvia que inventó el tiempo cuando descreía del espacio. Entonces por qué debería correr. Era crédula y tenía un jardín interno, tenía el cuarzo, y sabía hablar en silencio, también sabía amar sin florecer. Es que creía y eso era sabido. Lo que no se sabía, es que ella nunca creyó verlo llegar y por ello tuvo que dejarlo ir.



(Aún cree ser parte de un jardín)

viernes, 4 de septiembre de 2009







El horror no dice '¡buenos días!'.

lunes, 31 de agosto de 2009

Activo-Reactivo.





Algo muere dentro mí y algo pronto nacerá.

lunes, 24 de agosto de 2009


Insinuar palabras oseas,
sobre la hélice de un caracol
en la inversa al destiempo
en honor a una cripta.

Cabalgando sobre río muerto
desventuras de papel corrugado.

Me coso en la boca botones,
me cierro los párpados con alfileres,
torturo la penumbra
en porciones equitativas.

Me duelo un poco el pecho,
grito canto de esternones,
aplaudo mares de ventrículos,
en gravedad sistólica.

Susurro terciopelo en parches,
ánimos de seda fértil.

Me duelo el luto de magnolias,
me extirpo las verdades,
te las devuelvo
como vómito agazapado.

Me muevo en rotación plana
tengo un alma para obsequiarte
pero me la guardo en los bolsillos.







sábado, 22 de agosto de 2009


¿El cielo sigue ahí?

viernes, 21 de agosto de 2009


Está bajo mi pulmón, la sinuosa levedad del expirar/inspirar. Que consigo lleva palabras de hielo que queman la oportuna silueta fija en un espejo.
Bajo el pulmón y camino a sus vértebras, también escucho latidos que rugen por ser clamados los ganadores de una batalla que jamás comenzó.
Entonces no me quedan dudas de los sentidos asexuados, las verdades paradigmáticas, los aromas petrificados y estas ganas inmersas en mis pupilas de dibujarte en cada estela de tiempo.

martes, 18 de agosto de 2009


Escaparates.

domingo, 16 de agosto de 2009


… Y jugábamos al cíclope.

Porque tengo las llaves

Y las cerraduras.


Porque hay huesos y hastío,

Cabezales y engranaje.


Porque sé más de puertas que de ventanas

y no significa que no sea un cuarto.


Porque tengo un reloj, oxidado

Telarañas y reverberaciones


Porque sé de planetas y constelaciones

pero no los entiendo,

a menudo.


Porque invento sílabas

inconexas con lo que puedo pronunciar


Y sí, tengo las llaves.

Pero la puerta está abierta



y tengo deseos de entrar.

jueves, 13 de agosto de 2009






Los arboles (morirán) de pie.

martes, 11 de agosto de 2009

...


--> -->
En tus manos hay viento
Y no prisa.
Digo en tus manos, porque también son las que acarician tus palabras.
Temerosas

Que salen por senderos de espejos.
Que se quiebran
y resquebrajan.


Porque es tu viento
de temporal
por el que me he quedado descocida.


Porque es lo que me arrastra a tiempo
y
a ceguera.


Entonces ya no son tus manos.
Ni tus soles, ni tu ocaso.
Sino más bien lo que lleva las semillas a
renacer, arrollándose
siendo pálpito.

Entonces ya no es tu viento.


Sino lo que hay en tus manos cuando él llega.
Y
lo que yo percibo cuando él se va.

sábado, 8 de agosto de 2009


-El arte de la experimentación o...
-Helarte de la experimentación.



(Creo que estoy más cerca de lo segundo que de lo primero)

jueves, 6 de agosto de 2009


Estuve esquiva, de perder el Norte ( y sus veredas)...
una simulación de sombras,
un ademán ocurrente
como
llamaradas al olvido,

clamaban la sentencia y
tan sólo (ahora) queda una batalla:




La poligamia de los Polos.

(manifiesta)

sábado, 1 de agosto de 2009


Y hubo un día en que la Tierra decidió parar.
(Y todo se había grabado en los parches que componían
un surco hecho cuerpo)







A fin de cuentas:
Me resta la resurrección.

jueves, 30 de julio de 2009

Elegía del viento.


Francamente fuí del viento Alineación al centroy no tuve excusas certeras
Quise ser pájaro que lastima sus alas

de un vuelo veloz y penetrante.

Francamente fuí cenizas,
dispersas de modo grotesco,

al son de un violín desafinado,
que cae al vacío.

Siceramente me desenvolví con el tiempo,
quebrando las espigas de la aurora,
el sepulcro del silencio.

Ahora no tengo motivos
y los tengo todos,
Quiero ser ave que carga espejos,
bucles del vuelo,
tiniebla y escombro,
con su adar perpetuo.



miércoles, 29 de julio de 2009

El Misterio.






Cuando lo oculto se deja entrever.






lunes, 27 de julio de 2009


-->
Destilé el termómetro bajo mis huesos (la serpentina y la tierra de cementerio).
Conté números abstractos en pilas ordenadas de menor a infinito.
He visto cuadros que jamás observé al mirar al cielo. De pronto él caía sobre mí.
Pero mis huesos y su temperatura estaban quietos.
Subí las escaleras del edificio de enfrente, con mis ojos. Y las pestañas cantaban su andar.
Había un hombre parado en la ventana, una antena, y malbones en un cantero roído por la intemperie.
De pronto el hombre comenzó a bajar piso por piso.
Y mi termómetro indicaba que mis huesos eran cera.
El cielo parece esconderse bajo las alcantarillas.
Y mis planos se posan sobre mis oídos
Como una ciénaga.
El cuerpo tiene incertidumbres que llegan como melodías silenciosas, atormentándome.
Y la brisa se mueve en una elipsis, dejándome inerte.
Inerte a la entrega.


viernes, 17 de julio de 2009

Mi corazón es un laúd suspendido...



...ni bien lo tocan resuena.




Tengo una resurrección recurrente,
muchas veces pensé en ponerle un nombre
(de esos que saben a remedio)


La luna caía en perlas,
desde un cuentagotas sostenido por mi mano.

También caían las noches que ya habían muerto.

Y yo quieta, parte del musgo, de párpados áureos,
de lengua vertiginosa, dueña del escaparate de mis silencios
con un fusil en mis entrañas, con la electricidad verbal
que no es
compasiva.
Yo, también suelo revivirme.


En tal caso comienza la estampa de tempestad, prudente con la sed

la desdicha, el agua del bebedero, el agua de mis palabras no dichas
el agua de tu agua.

Vacilante en la pradera, tengo raíces que me crecen.
Tengo engranajes estupefactos.
Tengo una resurrección recurrente.


Entonces tapo mis pupilas,
entonces me hablas,
entonces no me dejas parar al corazón.

Entonces.
Tengo ansias de morir.
Y que me despiertes sin armaduras
ni piedad.





domingo, 12 de julio de 2009

Algún día voy a ser grande
y no me van a crecer espinas
ese día voy a cantar en un muelle,
voy a gritar bajo el mar.
No tengo tiempo de excusas,
ya la marea se apoderó de mi vientre
No quiero un funeral popular,
ni menos tazas de porcelana azul.
Algún día cuando crezca voy a tocar el cielo,
voy a conocer dioses inocentes.
Ya no quiero agujas ni cuarzo, ni litio,
no quiero escribir en los techos las
desventuras que me cause el amor
no quiero tierra seca
ni aforismos.



Ya talvez, algún día, sin necesidad de arrugas,
toque mi alma como a un piano,
cante en mi idioma
y seguramente aprenda a caminar.


Ese día. Ya no voy a estar aquí.

lunes, 6 de julio de 2009

Comisuras de las Manos.


Se me había llenado la boca de huesos, que correspondían a los dedos de mis manos. Cada vez se me imposibilitaba más proceder a una palabra o talvez a una letra, porque no tenía como mover los labios.En mis manos volvían a crecer los dedos, como cual planta crece fuera de estación, pero mi boca aún estaba llena de huesos. Y el paso era inaccesible, y la saliva no se movía, porque todo estaba ocupado ahí dentro, todo. Y a veces se movían los dedos, y hasta escribían tocándome el paladar, me acariciaban las muelas. Pero un día tuvieron que desplazarse a lo largo de mi cuerpo.Se expandieron raíces y sus respectivos troncos que iban tomando cada parte de mi rostro, hasta tapar mis ojos, mis oídos y mi nariz.Me crecieron las manos, es verdad, y desapareció todo lo que me conformaba como persona. Aunque igual la parte útil siempre estuvo en ellas, que quisieron desvanecer porque ya no podrían sentir sin los ojos, sin el palpito, sin sus huesos y sin palabras que escribir.

viernes, 3 de julio de 2009


Todo ha muerto, hasta las ganas de aprender a recitar frases tácitas, que te escondan bajo mis dientes.

miércoles, 1 de julio de 2009


Se me quiebran los pies de porcelana,
se me cae el cemento de los ojos,
se derrama la cal de mis pupilas
Alineación al centro

en un efímero segundo.

Se disgrega el sinsabor a vientre
en un disparo eterno a las sienes.

Se me van los días en los pasos no finalizados
en el pedestal subterráneo,
se me van cuando vienen.


También se esfuman mis vestidos,
soy piel, soy huesos y causalidad.

Soy piel
Soy huesos

No Causalidad, ni menos casualidad.



Se pierde la textura en mi tacto
quemado y agotado.
Se me van los días, pero no se me va la luz.
Tampoco voy a apagarla.

lunes, 22 de junio de 2009

Bajo Consumo/ Tiro Balanceado.


Basta de máscaras, es hora de que mis pupilas quiebren los escenarios que tras un manto puedo sublevar.

viernes, 19 de junio de 2009


Tengo una desnudez constante, de días nublados sobre la textura de mi piel, de un ejército de huracanes que arrancan cada pellejo y cada escama, ni bien terminan de exhalar. Es una desnudez de camisas en el suelo, arrugándose, soportando el paso inquieto, de botones desprendidos, de medias de lycra abriéndose en los extremos, de sábanas desdibujándose, de almohadones de plumas, de luz matinal que ingresa por pequeños orificios en la persiana llena de tierra ( y plena de días) Sí, tengo de ese tipo de desnudez, de sacarme mi propio traje, de gritar la verdad inexorable de quebrar con mis uñas las sílabas lánguidas, de caer sobre la alfombra como caer por una escalera, los incontables e infinitos escalones, en bajada. Y al fin, al llegar allí, darme cuenta que sigo vestida y que aún no he dicho nada.

lunes, 8 de junio de 2009





- ¿Por qué no me sanás el tiempo?- 

 - ¿De esta terrible temporalidad finita que te marchita? - 














sábado, 6 de junio de 2009


Me pertenezco a las visiones retorcidas, a la borra de café disipándose,
a la cálida sonrisa de tristeza, al llanto del tiempo sobre las vértebras,
me pertenezco.
Como el día que fui vientre y fui placenta,
como el día en que fui huesos, y el momento en que sea plumas,
más luego serán cenizas.
Me pertenezco como nunca pertenecí a nadie,
porque nadie quería la ardua tarea de poseer a ciegas, lo que es cal,
lo que es cemento y una construcción del porvenir.
Me pertenezco como cuerpo y sal,
como cayéndome por una escalera, cuando cierro las veredas de mis espejos,
y aún así, teniéndome cual trofeo oxidado,
también me carezco.
Carezco cuando también soy del colchón,
cuando mis pasos caminan países en los que otros se pertenecen,
para luego también ser permutados, alquilados y a veces
también comprados.
Ya no sé si me guardo como cual reflejo se absorbe,
yo inmóvil sé que me carezco
cuando por momentos, talvez
te pertenezco.

miércoles, 3 de junio de 2009

Un día jueves, me recordé soñando (cuento)

La única sed verdadera, es la que nunca se sacia...





Eran ya casi las 12, cuando abrí los ojos, cuando sentí que mi respiración se había marchado, cuando un frío seco invadía cada poro de mi piel, y un sudor casi fugaz cubría mi frente. Me dolían las muelas y los dedos, talvez luchaba en mis sueños, quizá corría muy fuerte, sin frenar, sin observar, sin pensar, tenía sed, sentí mi lengua pastosa, dura, inerte, también yo estaba así.
Me levanté de mi cama y fui, como suele ir quien se despierta atormentado, al baño. Me quedé largo rato contemplando mi figura en el espejo, las manchas verdosas bajo mis ojos, mi barba grisácea floreciendo, mi piel áspera, como estos últimos años, mis pupilas, sí, me detuve en ese preciso detalle, cada vez más cerca al vidrio notaba el espacio hueco que se generaba en la pupila, esos precipicios imperceptibles, pero presentes al fin.
Minutos después, agaché la cabeza y tuve como un llamado premonitorio, números y letras en mi mente, constantemente me atormentaban, letras y números, cada vez se afinaba más el dato, ahora aparecía un “13” y un “adiós”, de dónde provenían, por qué aparecían justo ahora. Abrí el grifo, quería lavar mi rostro, mojar con el agua mi boca, borrar las ideas, enjuagar mis pómulos, pero no caía ni una gota del extracto salvador, del más puro elemento, no. No había agua, pero si mucha sed y qué haría para calmarla.
Ya había pasado parte de la noche, y yo rondando el refrigerador, quería conseguir algo que me aliviara, quería limpiarme, limpiar el 13 del adiós, el adiós del 13. Abrí las ventanas, dejé pasar la más suave brisa de la madrugada, acompañada por el silencio crudo de la oscuridad. Comencé a divagar, vivía en un departamento pequeño, pero con grandes ventanales que daban a la calle principal, tenía tres macetas, una con un potus y dos con malbones, un sillón de cuero y algún que otro mueble, un gran escritorio con mis apuntes, un gato llamado Pedro y una sed en el centro de mi existencia.
Intenté regresar a la cama, cama de dos plazas, demasiado grande para mí, estos últimos años había perdido peso, cabello, y felicidad. También parte de mi memoria, y para no descartar, también algo de lo que alguna vez llamé calma.
Cerré mis ojos, y lentamente me fui sumergiendo en el más quieto sueño, caí en una ciudad blanca, de día y apareció Elena, tenía dibujado un 13 en la palma de su mano, y me decía con sonidos mudos “adiós”. Me desperté triste, habían pasado años, desde que no veía a Elena despidiéndose, estaba hinchada, no recuerdo que estuviese hinchada, era bella hasta en los huesos, suave, frágil, delgada, no hinchada.
De nuevo volvió mi sed, y con ella, una sensación de angustia en el pecho, como si una estaca se instalara allí.
Me acosté, acomodé mi almohada, ya comenzaba a aclarar el cielo, yo pronto iba a tener que levantarme, y hacer la rutina del desayuno, la lectura, el perfume y las llaves que cierran la puerta para marcharme de mi mundo interno.
Tenía sed, mis labios se agrietaban, y mi garganta empezaba a lastimarse, también comencé a extrañarla, Elena ya no estaba y mi soledad se hacía cada vez más insoportable.
Eran las 6:30 de la mañana, y comencé con lo cotidiano de prender las hornallas, pero no había agua, de ninguna forma podía conseguirla.
Miré el almanaque 13 de junio, exacto y cruel. Elena se había ido hacía 5 años, lo último que dijo mi niña fue que quería bebernos a sorbos, que quería limpiarse para poder irse que nuestra soledad la abrumaba y que quería días donde el sol la hiciera sonreír.
No podía saciar mi sed, no podía beber, hasta que sonó el teléfono, y hablé, era ella, Elena. Juro, que pude servir agua mientras le decía cuánto la extrañaba, pero aún, hoy jueves 13, no puedo saciar mi sed, de esta ausencia que me duele.

jueves, 28 de mayo de 2009

El tratado de las raíces



No olvide regar el suelo, todo poro absorbe, como cual alma en pena trae a sí grietas de esencia.
No postergue sus pasos sobre las raíces, ellas sienten su palpitar.
No dibuje siluetas omnipresentes con sus venas, puede enredarse.
No calme su aliento bajo la sombra de un árbol, comparta su diálogo acariciándolo.
No corte sus ramas, puede sangrar.
No tape la lluvia con sus anulares, todos necesitamos hidratar un poco, también si es ocular.
No quiebre cada vez que florezca, es preciso renacer.
No ampute su eje, su guía, el árbol tiene que crecer, también envejecer, pero por sobre todas las cosas, ser árbol.
No coloque un barbijo sobre él, no piensa en enfermarse, y prefiere crear inmunidad, el árbol va a tener que convivir con todo su mundo externo.
No deje secar sus raíces.
No escriba su nombre sobre el árbol, ellos tienen memoria.
No quiera cambiar un árbol por otro árbol, a fin y al cabo, todos morirán siendo árboles.
No se esconda tras un árbol, descubrir y descubrirse puede ser un eterno juego.
No queme al árbol, quizá sea el único que viva pendiente de usted y quien lo proteja.


No se olvide del árbol, porque el árbol es USTED.



martes, 26 de mayo de 2009

5 minutos.

La noche se hacía calle, la ciudad noche, personas se rozaban en cada paso, todos en su burbuja, todos individuales, como ejército de desconocidos.
Entró a un quiosco, quitándose pausadamente uno de sus guantes de lana.

-Virginia Slims, tenés?-
-no, tengo Philip, Marlboro, Le Mans, pero...-balbuceaba rascándose su barba gris, queriendo escapar de ese cuello- No, eso no, lo necesitás por algo en especial? Mirá que todos llevan cosas normales, además...-
- No, gracias, chau-
-Ehhh, Chau?-

Se fué, colocándose sus auriculares primero, luego se puso su guante rojo, mientras caminaba rápido y cada exhalación generaba un vapor grisaceo en el ambiente.
Minutos después entró a otro quiosco.

-Hola, Virginia Slims, tenés?-
-Cómo querida?- Se acercaba al mostrador para poner su oreja frente a la boca de ella.
-Virginia, Virginia Slims, cigarrillos-
-Ah, sí, todos estos inmigrantes con las mismas pretensiones-
-Perdón?- Frunciendo el ceño.
-No m'hijita, hoy ustedes los turistas, me vienen con cada cosa-
-Ah! pero no soy turista, en realidad...-
-Mirá vos, es que no sé, pensé que eras, por, no, es que, por- Mientras buscaba los cigarrillos en la parte de atrás.
Ella miraba la ciudad, el viento frío y seco la atemorizaba.
-Tomá nena-
-Gracias, cuánto es?-
-Eh, 6, qué estás escuchando? Desde acá lo siento-
-Espere que busco en este bolso, uno nunca encuentra nada, yo creo que es el triángulo de las Bermudas- mientras urgueteaba la cartera.- Ah! tome, escucho Ray Charles y llevo también unos beldent menta fuerte-
-Tan chiquita?- Buscando cambio en la caja.
-No catalogue a la música, no tiene edad-
-Sí, yo a tu edad, calculo que debés tener unos veintipico, escuchaba tango, por ahí íbamos a la milonga, claro que eran otras épocas- Buscaba monedas en su pantalón- Nena, no tengo monedas, no querés llevar otra cosa para completar?-
-Ay! todos me hacen el mismo truco!-
- No viste que está jodido para encontrar monedas acá- Mientras seguía buscando- Marta, no tenés monedas?- Exclamaba a lo lejos-
- Bueh... y me gustaba salir por ahí con el tanguito, y era cada salida, nos sentíamos reyes con los pibes de mi época, ay! esos eran tiempos!-
-Sí, me gusta el tango también-
-Decíme nena, sos poeta?-
-Yo? no! Escribo de vez en cuando, pero... no, poeta no, por qué?-
-Tenés carita de...- haciendo gestos con las manos- Las pestañas largas, eso, eso es símbolo de poeta-
-Ah, sí? No sabía! voy a fijarme- Mientras se ponía un guante y recibía el vuelto-
-Sí fijate, así que Ray Charles, bueno nena, cuidate, y si querés algún día pasá de nuevo- Sonriendo mientras su bigote acariciaba sus labios-
-Sí, no suelo pasar por esta zona, hoy es pura casualidad-
Entraba gente al local.
-O el destino-
-Sí talvez el destino- Colocó sus auriculares, guardó su dinero.
-Chau-
-Chau hasta pronto nena.-



domingo, 24 de mayo de 2009



Te pedí que no volvieras. No lo hagas ni en sueños. En mis horas adormeciéndose, no aparezcas.
Te soñé, me agarrabas por atrás penetrando tus dedos, por mi espalda, por mi carne, por cada micrómetro de materia que componen a mis huesos, hendiéndote en mis venas, sulfurándote en mi sangre, respirándome desde adentro. Exorcizarte quise.
Qué hacías en esta ciudad de silencios, monocromática. Qué hacías, me preguntaba una y otra vez.
No debías volver de una forma cruel, ni tocarme la piel, ni tomar mis manos, ni sacudirme, ni desenhebrar alguna antigua canción de amor que guardaba el hierro. No.
Aún así, éramos dos, o éramos uno, pero te pedí que te fueras, el reloj se había quebrado en tus sienes y la hora final había quedado marcada para siempre, o para nunca.
Te ví dibujándome las vértebras, dibujando el fuego que se hizo hielo, dibujando a la mujer cubierta de fuego, bajo un cielo rosa, una cala aplastando a un hombre y luego a otro más, y un minuto después a otro y múltiples uñas quebrando las alas de las mariposas difuntas, que algún enero guardé bajo la lengua. Te quiero escupir mis mariposas. No vuelvas a mis sueños, ni me tomes, no me lleves a tu cielo otra vez. No me despiertes. No me despiertes.
No me despiertes.

sábado, 23 de mayo de 2009


La verdad es una arma de doble filo.

lunes, 18 de mayo de 2009

Elegía.


He estado aquí bajo un siglo de cuchillas
el filo inmóvil se dispersará cuando me haya ido.
Cuando el cielo gris de Octubre se canse
de la menguante realidad del aire,
ardiente y vigoroso,
que calma y toca la tenaz monogamia.
la única audición de los dioses.

He permanecido en los campos
sobre la hierba muerta,
interrumpiendo el desenlace de las raíces en veredas dogmáticas
He quitado el sueño de la renovación.

He sido un templo quieto, que llora el frío
la distopía incierta en
los altares bajos,
he derramado mi sangre,
por un cuento que no acaba.


Aún la tierra estéril proclama
que los difuntos se alejen de su murmullo matinal
herido, como grietas que en los muros
que en silencio caerán.
Herido un murmullo, como
mi voz y mi andar.






domingo, 17 de mayo de 2009


lo grave
no es
tan grave:
lo que
quiero
no es
lo que
real
mente
quiero.

sábado, 16 de mayo de 2009



correr un hombre, gritaba muy fuerte, sus pasos resonaban en el suelo, generaban un eco con melodía, sus piernas de arcilla se desarmaban con su velocidad, su sudor caía como el rocío invernal toca las hojas amarillentas en mi jardín, su corazón latía como cual cama toca la pared en la entrega de amor. una mujer pasear su hijo en un cochecito con ruedas de los sueños, mientras él pronunciaba palabras que sólo existían en su mundo cual reina era su progenitora, que caminaba sonriente, con un semblante dintintivo, pausadamente, vestida de azul y hasta el cielo parecía pequeño. una anciana, caminaba lento, hilando líneas en su rostro, perdiendo sus ojos en el olvido y un pastillero que marcaba el tempo de su andar. un gato, subiéndose en un árbol rojo, observando, como cual fotógrafo espía la escena criminal de los amantes, quieto y distante, de temperamento cruel, vestido de gris humo todo su infinito cuerpo, limpiándose las penas que lloraban los humanos, mirando su propio dominio del sitio, del universo. un auto, luego tres, luego una ciudad, la gente se rozaba, se aglomeraba, se empujaba, se mutilaba, se hería, pero el paso no cesaba nunca. espejos, vidrios, casas, calles, adoquines, perros, semáforos, techos, carteles, papeles, humo, mesas, sillas, esquinas, canteros, , un lapso. Pero lo más aterrorizante es que tuve que abrir mis ojos, la ciudad estaba vacía, y yo aún, veía.

lunes, 11 de mayo de 2009



Hay un otoño frecuente, que me mutila los labios también los brazos, y la voz.
Me encastra las raíces de los océanos del cielo, me quiebra la quietud, me aquieta.
Pero pretendo seguir moviéndome sin sombra ni vestigios.
Rompiendo, resquebrajando los infortunios de un temprano ataúd.

jueves, 7 de mayo de 2009


¿Cuándo?
¿Dónde?
¿Cómo?
¿Por qué?







¿Quién?

lunes, 4 de mayo de 2009


La estaca en el centro, el corazón en la izquierda, la lógica en la derecha.
El día arriba, la tarde en el medio, la noche por debajo, subterránea.
Las calles horizontales, los muros verticales.
La luz adentro, la oscuridad, afuera.
la voz sobre, la inocencia tras, la certeza ante, la resurrección bajo,
el duelo entre, la religión desde.
La lealtad, para, por, según, sin, sobre y tras.

sábado, 2 de mayo de 2009

Calabozo



¿Les conté la historia del calabozo?
Los días Neptuno, en Caleidoscopía, nos indicaban hacer actividades en Puerto Mantarraya,
debíamos ir con grandes canastos de mimbre, ya que como las 2 lunas comenzaban a espolvorear polvo de oro, había que recogerlo en sensaciones, la actividad comenzaba en hora cero, íbamos despacio, vestidos en color ocre, por un sendero angosto, calcinado por el impulso en que caín las piedras desde arriba, caminábamos en línea recta y con pinzas de plata comenzábamos a tomar ciertas pepas de oro, o de cualquier metal que lloraran las lunas.
Había que ser cauto, algunas pepas venían electrizadas, o también repletas de tinta, que nos embebían el cuerpo en las sensaciones que el Dios Neptuno nos fuese a convidar. Quien quedara plasmado de electricidad, en gran o menor proporción, debía ir al calabozo, quedaba aislado, por Horizonte Surco, a pocas horas de Puerto Mantarraya, era muy peligroso, si contagiábamos a los demás habitantes de Caleidoscopía, mutaríamos todos en Mantarrayas, y no habría vuelta de retorno.
Era una especie de purgatorio donde nos guiaban con las palabras del Dios Septus, para lavar la energía del cuerpo, de la mente, de sí. Pero, también había que someterse a cosas que no eran muy gratas, para que el lavaje fuera perfecto.
Yo cuando comencé con la recolección de Cadmio, quedé electrizada, en la zona superior izquierda, tuve que someterme a una semana de estacas, pero escapé, fue mi último día en Caleidoscopía, quisiera volver, no hay lugar más seguro, ni propiedad de sonreír, pero sinceramente nunca me agradó Septus, ni sus estacas de mercurio, ni ser sirena de un sólo mar.