domingo, 8 de noviembre de 2009




Me desterraron de un país que había creado con mis uñas.

En el preciso instante en que un helicóptero alzó vuelo.
Dibujé en las puertas de él una ventana, sin cortinas.
Me creyeron loca, por amar sin pretextos.
Supe la teoría que dormitaba en las lenguas.
Yo no quería misterios cubiertos.
Y mientras subía a las alturas, me detuve en el detalle de esa ventana.
Una ventana-ojo. Se abría y cerraba. Y había electricidad.
Saqué mi mano por ese hueco y me metí dentro de una pupila, eterna.
Empecé a crear una ciudad, un pueblo, una comunidad, un país.
Habité las entrañas. Crecieron jazmines en las veredas.
Yo los cortaba y los guardaba en una caja de tendones.
Me los llevé y salí por la pupila.
Con el helicóptero bajamos, horas.
Llegué a mi primer país, tenía un nombre que no recuerdo.
Se dividía. Con el vuelo de una libélula.
Había vidrio en mi caja.
No quiero armas.
Quiero brazos.





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