jueves, 25 de marzo de 2010


Cadena de desencuentros. No es casual.
Es causal.
Los torbellinos en el agua,
en cuanto me lleva la corriente.
Y en el centro del pecho, un hemisferio.
Sincronía pendular.
Tus huesos, marfil dorado,
Tus cuentos, de calles quebradas.
Hay en tu totalidad: Hipnotismo crudo.
Cae un vientre en forma helicoidal.
Tu viento me arrastra,
es el temporal divino.
Otra vez vacilo, enredándome en pútreas algas,
Vuelco en mercurio.
¿Qué has hecho, que todavía
no me mirás con desgana?
Tus huesos, marfil dorado.
Refugio.

martes, 16 de marzo de 2010

Lo que me asusta de sus tiempos es que no tienen retorno. Lo que me incomoda en su voz es lo que no me toca, lo que me envenena en su juicio es que está cargado de espinas. Lo que me aniquila al mirarte es que me siento inmersa en un cuarto rodeada de espejos.

viernes, 12 de marzo de 2010


Soy conciente de que el agua sabe a barro frío, no tengo pensamientos concretos desde hace días, no consigo la forma (precisa) de conciliar el sueño entre tanta vigilia, sólo veo ventanas que se entreabren, la tierra fértil se reseca, las paredes se agrietan, los azulejos se empañan. Es cierto. Lo saqué dos veces de una bitácora antes de hacerlo una idea que comenzaría a solidificar.

Las calles son como truenos. Los días, un temporal de quietudes, el viento aún no llega, las alturas no me provocan temor, el vértigo está en los ojos de quien escucha lo que mis palabras dicen que dicen.

Hoy amanecí con los ropajes de un funeral que anoche hice, me prometí matar toda secuencia que escondiera las trampas del asfalto. He caído y metí mi mano dentro mío. Me traspasé, me hice carne, me desintegré, me disolví, me enfurecí y grité. Grité.

Tengo un deseo desde que fui concebida, quiero volar. Cada vez que el viento me toca, sueño que vuelo.

Ahora mi deseo es más simple, quiero soñar.

jueves, 4 de marzo de 2010

Un pétalo urgente
cae como rocío
sobre un mar de cuerpos.


Se sitúa
en el centro de gravedad
de un hombre

Y comienza a latir.

***

El efecto de anestesia, venía al atardecer
(Los segundos quedaron quietos)
La reacción comenzó con el parpadeo de la noche,
Desvaneciéndose en las extremidades.
Abrí una ventana en mi cráneo
Y la luna ingresó. Quedó
Hasta el canto del sol.

***

Tus palabras me saben a verdades crudas
A filos de cuchillos oxidados,

Lo más siniestro
Es que saboreo tus palabras
Cuando ya han acabado.


***


Tengo un precipicio que
Nace en mis pupilas,
Un acantilado que vive en mi respiración
Y los ecos que retumban,
Mueren en mi boca.

***

La pupila más audaz
Es aquella que no tiene miedo
Al taparse los ojos.