viernes, 12 de marzo de 2010


Soy conciente de que el agua sabe a barro frío, no tengo pensamientos concretos desde hace días, no consigo la forma (precisa) de conciliar el sueño entre tanta vigilia, sólo veo ventanas que se entreabren, la tierra fértil se reseca, las paredes se agrietan, los azulejos se empañan. Es cierto. Lo saqué dos veces de una bitácora antes de hacerlo una idea que comenzaría a solidificar.

Las calles son como truenos. Los días, un temporal de quietudes, el viento aún no llega, las alturas no me provocan temor, el vértigo está en los ojos de quien escucha lo que mis palabras dicen que dicen.

Hoy amanecí con los ropajes de un funeral que anoche hice, me prometí matar toda secuencia que escondiera las trampas del asfalto. He caído y metí mi mano dentro mío. Me traspasé, me hice carne, me desintegré, me disolví, me enfurecí y grité. Grité.

Tengo un deseo desde que fui concebida, quiero volar. Cada vez que el viento me toca, sueño que vuelo.

Ahora mi deseo es más simple, quiero soñar.

1 comentario:

elgitano22 dijo...

"el vértigo está en los ojos de quien escucha lo que mis palabras dicen que dicen."

Emilia, a veces pienso que vos y yo pensamos las mismas cosas... después caigo en la cuenta que la existencia no es más que ficción, la ficción de un guionista que se empeña en escribir nuestras vidas y que copia retazos de otros cuentos para completar el nuestro... nada... todo...

a revoir.