lunes, 12 de octubre de 2009



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Juega tu crepúsculo a las escondidas.
Comienza a mecerse entre cavernas de Mercurio. Sutil, inaudito.
Solapa, muerde, agota, la sublime estrechez de tus pálpitos.
Los ojos se me sueltan, en los edificios de los augurios.
Y caen los pasos como un trueno en el medio de un bosque.
Y se respira una niebla. Y se suspira una trampa.
Y en el quinto regreso hay aroma a viento.
Hay un misterio que se te sube a las pestañas.
Tu voz no dice nada, no hay palabras reales.
Tu piel me da miedo. Magnética y tenaz.
La piel es como un lienzo en el que mis dedos imitan al pincel,
te dibujo un símbolo celta
Y creo que hay terciopelo en tus dedos. Imagino el revés de esa textura.
Otra vez vuelve el aroma que se difumina en tu cuello y talla un recorrido que se eleva hasta tu boca
Es un tabú exorbitante, la ventana de mi agonía.
Y en tus brazos se escribe la palabra “peligro” y me gustan los desafíos.
Y comienzo a recorrerte. Mis pupilas se duermen.
Entonces te respiro en cada micrómetro.
Tu rostro se me aproxima, el mundo me da vueltas invertidas
Y una suave melodía penetra mis oídos.
Tu rostro y sus detalles, el camino a seguir de tu cuello a tu boca, las fragancias
Se te escapa una palabra y yo intento agarrarla, pero estás ahí, cada vez más cerca mío
Comienzo a fundir mis pensamientos con mis sentidos, y otra vez más cerca.
Y sueño, sueño que despierto, y que vuelvo a soñar.
Descubro tu crepúsculo. Mientras el mío se esconde en tus ojos.

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