lunes, 27 de julio de 2009


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Destilé el termómetro bajo mis huesos (la serpentina y la tierra de cementerio).
Conté números abstractos en pilas ordenadas de menor a infinito.
He visto cuadros que jamás observé al mirar al cielo. De pronto él caía sobre mí.
Pero mis huesos y su temperatura estaban quietos.
Subí las escaleras del edificio de enfrente, con mis ojos. Y las pestañas cantaban su andar.
Había un hombre parado en la ventana, una antena, y malbones en un cantero roído por la intemperie.
De pronto el hombre comenzó a bajar piso por piso.
Y mi termómetro indicaba que mis huesos eran cera.
El cielo parece esconderse bajo las alcantarillas.
Y mis planos se posan sobre mis oídos
Como una ciénaga.
El cuerpo tiene incertidumbres que llegan como melodías silenciosas, atormentándome.
Y la brisa se mueve en una elipsis, dejándome inerte.
Inerte a la entrega.


1 comentario:

@leftraruh dijo...

rojo el paisaje
rojo el corazón
que invade esos parques
que guardan manantiales
sutilmente escondidos,
rojo el sueño
rojo el ocaso
rojo de repente
yo
que estallo
que desvelo
que alcanzo
que pienso
que espero
enhebrado
ensoñado
entramado
entregado.





(sonrojado?, no para que!)