martes, 25 de mayo de 2010

Domingo


Cuando en la noche comenzaba a oscurecer, el frío tomó revancha, en tanto mis dedos jugaban elípticamente, dentro cada mano de un bolsillo, aisladas entre sí.

En la ciudad, se encendían luces por doquier en los edificios, la gente murmuraba al pasar, los automóviles danzaban sobre el asfalto, los semáforos a su vez se empañaban, las bocinas eran imperceptibles, casi como un zumbido diluyéndose en el silencio.

Me encontraba en la esquina de siempre, solitaria, esperando que llegara el autobús que ya hacía más de media hora que no aparecía. El hormigueo del invierno se apoderaba de mis piernas.

Llegó. Una vez arriba, sentada al final de su interminable pasillo miraba por las ventanas la ciudad alejarse y recordé qué era el amor. Cada secuencia, se perdía tras el vidrio empañado.

Ya debía bajar, entonces tiré la cinta que daba al timbre, encendiéndose el cartel rojo de “Próxima parada”.

Frente a mí, sobre la puerta de salida, antes de bajar, yo recordaba qué era el amor y ví simbólicamente 3 carteles que llamaron mi atención: “Salida”, “No permanezca en los escalones”, “No apoye sus manos”. Definitivamente el amor es un peligro al que hay que estar dispuesto a someterse.

3 comentarios:

etereα · dijo...

"Before you swim, you've got to be ok to sink."

dividida dijo...

Me gusta leer tu prosa, todos tus sitios son bellisímos.

elgitano22 dijo...

Me encantó.