jueves, 8 de abril de 2010


He llegado al puerto, por largos pasillos de incógnitas he sido la cruel estela de los astros, he dicho y callado. Tengo las cuerdas vocales al revés. No pienso callarme en invierno. Si alguna vez pedí amar es porque no tenía alas. No sé dónde se encuentran los acantilados, pero se llegar a la orilla. Hoy tuve una premonición, mientras levitaba, supe que iba a ser serpiente, y que no había más pasión que ser terrenal. Ya no tengo miedo al mar. Estoy en el puerto. Y puedo ver lo que veo. Y es mi tiempo, mi suerte, mis alas y mi ingenuidad, agonizando.
Aún se sienta la resurrección frente a un espejo.

2 comentarios:

estacionamiento para clientes dijo...

es invierno y hondo

Manuel Torres dijo...

nunca las nubes
podrán besar tu rostro
sin opacarse