viernes, 16 de julio de 2010


Tintineo, suave sonido de las gotas de lluvia golpeando el techo. El calor interno, el frío cálido que veo desde mi ventana. Todo parece ser las imágenes recortadas de una película que soñé por última vez.
Otra vez me acerco, corro las cortinas y apoyo mi nariz sobre el vidrio congelado. Veo escenas de una ciudad rusa, la nieve cubriendo las veredas, los árboles y sus brazos como conexiones nerviosas generan un marco siniestro, el cielo gris, la gente ausente, los copos que caen ordenados forman fila recta sobre los cables de luz. El marco de la ventana, de madera corroído por el tiempo; el vidrio, cada vez más húmedo. Un aire fresco llega a mí con cada respiración y un sentimiento angustioso recorre mi pecho.
Tengo tantos recuerdos como flores marchitas en el patio de atrás en mi niñez. Hoy vuelvo al año que pasó, al mismo día, y la misma hora. No soy la misma, ni es la misma escena. Sí, la nieve volvió. Pero los brazos que me recorren ya no son los mismos, ni el invierno que se está instalando en la puerta de mi habitación. Las voces se disipan como ecos y en las paredes está decantando esta estación que simula estar próxima a estrenar.
Hoy prefiero ver esa escena desde adentro, externa, fuera de ese mundo que está sucediendo. Quiero que este invierno me haga más dueña de mis emociones y que amar no me duela tanto.

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