sábado, 18 de septiembre de 2010

Fuimos.

¡Vete...!
¿No comprendes que te estás matando?
¿No comprendes que te estoy llamando?
¡Vete...!
No me beses que te estoy llorando¡
Y quisiera no llorarte más!
¿No ves?,es mejor que mi dolor quede tirado con tu amor
librado de mi amor final
¡Vete!,
¿No comprendes que te estoy salvando?
¿No comprendes que te estoy amando?
¡No me sigas, ni me llames, ni me beses
ni me llores, ni me quieras más!

(Manzi, Homero)


El domingo pasado llegó esta canción, como por ‘arte de magia’. Crudo, como suena el tango. Esas casualidades que uno nunca logra comprender. En la noche sentí un frío que me recorrió toda la espalda y cada porción de mi columna. Abrí la ventana y miré la luna, tanto tiempo sin verla que ya ni recordaba su brillo.
La misma pared que vió su nombre escrito fue la que me escribió el final. La habitación se tornó un tanto más clara, menos cálida.
Situación: Un día por la noche, sentados, en la altura, solitarios, extraños. Dos imágenes en la pared. Una boca, un oído. Yo tenía tanto por decir, él por escuchar.
Vete ¿No comprendes que te estás matando? En mis pupilas quedaba estática esa escena, la luz que caía sobre su rostro, cómo acariciaba sus mejillas esa tenue iluminación. La calle vacía, los autos que pasan.
Fuimos abrazados a la angustia de un presagio por la noche de un camino sin salidas. Ya no había manera de continuar la oración, una palabra no hilaba a la otra. Mi garganta comenzaba a arder, sus ojos taciturnos se perdían en un pasadizo de espejos quebrados.
¿No comprendes que te estoy salvando? Quería imprimir en su piel las excusas de mi desamor final, sus dedos desaparecían y comenzaba a retroceder en el tiempo.
Fui como una lluvia de cenizas y fatigas en las horas resignadas de tu vida. El tiempo empírico, se acababa. Reíamos. Yo dibujaba en sus ausencias el abrazo que me helaba, era tarde. Sí, ese día estaba terminando.
Bajamos las escaleras, soñé con sonreír. El camino de vuelta se hacía cuasi eterno. Nos íbamos.
Te miré por última vez, para recordarte, para olvidarte.
No me sigas, ni me llames, ni me beses. Te puse contra mi pecho, te respiré. Me despedí.
¿No comprendes que te estoy amando?. La razón de mi adiós.
Adiós.

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