lunes, 22 de septiembre de 2008

Una batalla que concluye...



Mis rodillas, fueron más fuertes que los Parches de piel de aquella nariz que te respiró Hace tiempo atrás balbuceaba, dudaba, encarnaba Pétalos de miserias. Era cristalino el reflejo. Desde la ventana de atrás hasta el vestíbulo Sentía el más fuerte torbellino de indiferencia. Dimensiones magnéticas propagaban En ese esternón, que sostenía tu corazón Esos latidos me devolvieron la claridad. Aunque flojamente oscurecen mis deseos. Colores ilustran a un hombre. Un hombre vestido de príncipe. Un ataque. La guerra ya terminó.


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El realismo invade mis contradicciones dejando atrás la época dorada en que las flores olían a fragancias dulces, o los días policromáticos patinaban el cielo...
La reverberación del alba comienza por roer la alfombra de mis delirios cuerdos.
La incertidumbre es un atril que tiene hambre de óleos, la oración es una fatigada excusa de puntos y comas en riña.
El techo es un mediocre monumento a la soberbia, el suelo es un suave reposo de pasos estupefactos.
Y el párvulo criterio de mis hazañas, no conoce el punto medio y tampoco el horizonte, pero sí, la lealtad precisa y el deseo de llegar más allá.
Hostigar al inconsciente, para descifrar enigmas de este pellejo. De todos estos pellejos...
No comprender el por qué de la sintonía minimalista de los alrededores y sus gentes, no, no entiendo su pequeñez... a nivel visual.
Enfrentarme a este nudo que siento en el pecho cuando todo se colma de sustancias del alma, o talvez lo irracional es una tendencia.
Así me envuelvo la cornea, pero de imágenes ciertas y concretas




Concluyo.

1 comentario:

Lux dijo...

Hermoso paseo por tu universo. Un eden para los sentidos.

un beso grande Em!