
El agua siempre se lleva con sigo las letras, las palabras, las oraciones y los puntos finales. Es tibia y cae como un cementerio de lágrimas.
A veces me someto al baño de inmersión, y puedo quedar largas horas viendo lo cristalino que se posa frente a mí como una cortina de cristales, o quizá me quedo minutos bajo el agua, la espuma y las impurezas. Abro los ojos de vez en cuando y no respiro. Puedo ver. Eso es cruel. Pero veo. Toco fondo y todo se mueve como cual película fue recién diseñada.
Hago burbujas con el movimiento de mis pestañas. Abro y cierro mis ojos. Mi piel comienza a arrugarse. Y en mi mundo sub-acuático, puedo ver, sentir. Creer que soy yo la que está dentro de este cuerpo.
Una última bocanada, salgo de allí. Y todo es tan claro. Quiero limpiarme esta sed. Quiero aprender el orden de mis vértebras. Quiero soñar que estoy despierta. Y que sé todo.
O quizás sé que no hay forma de revertir los actos, eso está claro. Como las ausencias.
Todo se está yendo por las alcantarillas. Pero tengo mi nombre guardado. Y nado en la nada.
Y suspiro ese punto que se borra y desdibuja, como las sombras...