domingo, 3 de agosto de 2008


Una enervación, más agotada de lo que se esperaba, roía de una las neuronas,
Y en cada parche de piel pálida, un calvario de botones, con costuras de cobre.
El crepúsculo apacigua lo lejano, cantaba ferozmente el viajero
El sosiego de los presentes mastica cerebros...
Vectores en mil direcciones, y un punto que de fijo sólo lleva el nombre
Un caudal de hipocresías externas, y el estratocúmulo sangrando en nuestras cabezas
¿Cuánto lastima el filo de una palabra, si el que la sostiene se mantiene ajeno?
¿Cuál es el verbo palíndromo que dibujan los recreos?
Puertas sin cerraduras, todos podemos entrar a la quinta dimensión:
Un campo, sin magnetismo, con cargas opuestas por doquier.
¿Cuál es el efecto del verbo muerto, si el cantor permanece vivo aún?
Decapitemos al cielo, sin secuaces, y aún...
Sin presagios, coloreemos arboles frutales,
Sé que extralimitamos nuestros sentidos, pero
Alimentamos esto del mismo modo en que lo dejamos morir
Sepultando lo cierto, y salvando lo bello...
De esa forma, no te sepulto, y todavía: te salvo.





(pequeños poemas de amor, que no lo son)

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